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Estambul: entre gatos, comida y mezquitas está la cosa.

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En Febrero de 2013 saltaba una oferta con la Turkish Airlines para volar a Estambul, desde Santiago de Compostela, por el módico precio de 95 euros ida y vuelta. Miré las fechas, y coincidían con nuestras vacaciones, así que no me lo pensé dos veces, y lo reservé. Llevábamos mucho tiempo queriendo visitar Turquía, pero siempre nos tiraba para atrás el precio de los vuelos desde Madrid. Esta oportunidad nos pareció perfecta por tres motivos, el primero y principal, el precio, el segundo, el lugar de destino, no conocíamos Estambul y le teníamos ganas, y el tercero, el lugar de salida. Santiago de Compostela, una ciudad desconocida para nosotros, así que nos vendría genial para pasar allí una noche, y tener una primera toma de contacto.

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2 de Julio de 2013 

Nuestro vuelo a Estambul salió puntual a las 13:50. El vuelo duró algo menos de 5 horas, y fue todo perfecto, la atención de la aerolínea, dándonos un aperitivo y comida, fue estupendo. 

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Llegamos a la hora prevista a Estambul, 19:15. Allí es una hora más, así que adelantamos nuestros relojes. Pasamos el control de pasaportes, previo pago del visado, 15 euros por persona, y rápidamente nos fuimos a coger el transporte para ir al centro de la ciudad.

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Cambiamos algo de dinero, poco, en el aeropuerto para poder coger el metro. La opción que elegimos para desplazarnos al centro fue la más barata. Transporte público. Sacamos la Istanbulkart, una tarjeta de transporte recargable que hace que el precio del viaje te salga más barato. La tarjeta cuesta 10 liras, cada viaje cuesta 1,95 liras y 1,25 liras los transbordos, pero tened en cuenta que si la usáis para varias personas, como fue nuestro caso, el descuento en transbordo solo se aplica a la primera persona. El precio de cada trayecto sin tarjeta es de 3 liras (1 jetón). Así que haciendo cuentas, con las veces que íbamos a coger el tranvía, nos mereció la pena tener la tarjeta.

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Cogimos la línea M1 en dirección Aksaray, hasta la parada Zeytinburnu, y allí hicimos transbordo a la línea del tranvía T1 para desplazarnos hasta Gülhane. Desde aquí nuestro hotel estaba muy cerca.

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El hotel elegido en Estambul fue el Centrum Istambul, muy bien situado, a 10 minutos andando de la Mezquita Azul y Santa Sofía. La noche de hotel nos costó 62 euros, habitación triple con desayuno. Fue todo un acierto, ya que el hotel está muy bien, tiene wifi gratuito y la habitación estaba muy limpia y nueva. El desayuno buffet excelente. Se sirve en la última planta del edificio, desde donde entra un sol impresionante y da gusto disfrutar del desayuno.

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Dejamos nuestras cosas, y, como era ya casi la hora de cenar, y teníamos hambre, lo primero que fuimos a buscar fue un kebab. Teníamos ganas de probarlo aquí, en Turquía. En España ya sabíamos como era, bastante grasiento, lleno de salsas y con una carne, que no sabes muy bien lo que estás comiendo. ¿Sería igual en Estambul? Todas las dudas se disiparon en cuestión de minutos. No, no son iguales que en España. 

Entramos en el Döner Sultanahmet, situado en la calle Alemdar, muy cerquita de Santa Sofía. Pedimos durum de pollo para los 3. Aunque no son los precios más baratos que encontramos en Turquía, no estuvo tampoco nada mal. 10 liras cada durum con su bebida, unos 4 euros al cambio que teníamos en Julio. Como os comentaba, hay muchas diferencias con los kebab que aquí tenemos. Las principales son: no lleva salsas. Ni roja, ni picante ni blanca. La verdura que lleva, col, lechuga, lombarda, cebolla…, está metida en unos botes, macerada como en vinagre. Así que nada de la lechuga, el tomate y la cebolla ahí a secas. Las tortas del durum, se preparan en una especie de hornos profundos, y quedan súper crujientes, nada de encontrarte la masa gomosa. Y lo más importante, la carne. Tuvimos el placer de ver como insertan en la espada, filete a filete de la carne que forma el rollo.
Un 10 para los kebab turcos, todos los que pudimos probar en la semana que estuvimos en Turquía, estuvieron riquísimo y para nada grasientos.

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Tras nuestra cena, muy satisfechos, nos fuimos a ver Santa Sofía y la Mezquita Azul. Nos quedamos boquiabiertos cuando las vimos. Mirabas a un lado, y ahí estaba Santa Sofía, imponente, enorme y preciosa iluminada.

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Pero si mirabas al otro lado, la Mezquita Azul no se quedaba pequeña.

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Por supuesto, no entramos a ninguna a estas horas, ya lo haríamos otro día. Nos dedicamos a pasear por el parque que hay entre las dos, y a admirarlas y fotografiarlas.

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Allí mismo me compré un pañuelo para poder entrar al día siguiente a las mezquitas. Apliqué el regateo, que tanto me gusta, y finalmente conseguí el que me gustaba por 5 liras.

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Estábamos cansados, así que decidimos irnos a dormir, ya que el día siguiente iba a ser un día de descubrir cosas nuevas, y de patear mucho. 

3 de Julio de 2013 

Nos levantamos temprano, fuimos a desayunar a la última planta del hotel, y tras coger fuerzas y energía, nos echamos a la calle. Lo primero que fuimos, fue ir a una agencia de viajes, donde venden billetes de autobús, para poder ir a la Capadocia. Compramos los billetes de Estambul a Göreme con la compañía Süha, que con el precio del billete nos recogían en Sultanahmet y así no teníamos que ir por nuestra cuenta en metro a la estación de buses, y la vuelta de Nevsehir a Estambul con la compañía Metro, que a la llegada a Estambul, nos puso una lanzadera hasta Fatih. Esa misma noche cogeríamos el bus, y regresaríamos a Estambul tres días después. 
Una vez con los billetes en nuestro poder, comenzamos a caminar por Sultanahmet, en dirección a la mezquita de Suleymaniye.

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Tomamos la avenida principal, llena de gente, de comercios, de coches, de sirenas y de bocinas. Estamos en Estambul. ¡¡¡Me encanta!!!

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Escaparates llenos de dulces, tiendas con magníficas lámparas, y un sin fin de objetos esperando a un comprador que se los lleve.

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En un callejón, cercano a la Mezquita Laleli, dimos con un puesto de pañuelos, en el que paramos para que Tina se comprara uno, que además de servir para entrar a las mezquitas, sería un bonito recuerdo de la ciudad.

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Dejamos la avenida principal, y nos metimos en la Süleymaniye Caddesi. Aquí el aspecto de la ciudad cambia, es diferente, más tranquilo, calles más solitarias, y menos gente. Encuentras rincones maravillosos. Gente con su vida cotidiana. Y ahí estás tú, embobado mirándolo todo. Todo te sorprende, todo es nuevo, y todo te gusta.

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Gatos. Muchos gatos, decenas, cientos. Por todas partes hay gatos. Más feos, más bonitos, de todos los colores, tamaños y formas que busques. Sin duda, Estambul queda nombrada la ciudad de los gatos. Nadie les hace daño, se pasean como auténticos reyes. Viven en tiendas, en la calle, en los pisos, en donde les da la gana. Manejan el cotarro. Me gusta.

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Y entre tanto gato, tanta lámpara y tantos dulces, llegas a la Mezquita de Suleymaniye. Nadie me había dicho que era tan bonita, y tan grande. Me fascinó. Nos ataviamos con nuestros pañuelos, nos descalzamos, y entramos.

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Wooooow, me encanta. La iluminación, las paredes, el suelo de moqueta. No quiero salir de aquí. Se estaba tan fresquito, y tan tranquilo…

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Aprovechamos para leer una guía, que nuestra amiga Calíope nos había dejado. Allí nos enteramos de que la mezquita es la más grande de Estambul. Se construyó en el año 1557, pero durante todos los años que lleva en pie ha sufrido varias reconstrucciones. En el año 1660 fue devastada por un incendio, y en 1766 la bóveda interior se derrumbó a causa de un terremoto. Y no quedó aquí todo, ya que durante la Segunda Guerra Mundial, la mezquita se utilizó como almacén de armas. Esto le volvió a pasar factura, ya que se incendió y no fue restaurada hasta 1956, en la que adquirió el aspecto que podemos ver hoy en día.

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Muy satisfechos con nuestra primera visita interior de una mezquita, continuamos nuestro camino a la que sería nuestra segunda mezquita del viaje. Mezquita Fatih. Están bastante cerca una de otra, así que, con un rico helado turco en nuestra mano, echamos a andar hacia allí.

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Entre una mezquita y otra, hay unos 2 km. En este corto trayecto, pudimos encontrar otra mezquita más, Sehzade, y el acueducto de Valente.

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Según cuenta la historia, el acueducto se comenzó a construir durante el reinado de Constantino I El Grande, y terminaron en el año 368, con el emperador bizantino Valente en el poder. Muchos años han pasado desde aquello, y muchos litros de agua habrán recorrido las piedras de este acueducto.

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Pasamos el Fatih Anit Parki, y ahí está, a lo lejos podemos divisarla. La Mezquita Fatih.

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Construida entre 1463 y 1470, por orden del sultán Mehmet II Fatih, constituyó el mayor ejemplo de arquitectura turco-islámica en Estambul. El complejo es enorme, con madrazas, jardines, cementerio y patios interiores. Además, antiguamente tenía hospital, mercado, baños y cocinas.

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Su interior es espectacular, con un domo central de 26 metros de diámetro. Cuando llegamos estaba todo el mundo congregado escuchando el discurso que se estaba dando. El guarda que había en la puerta nos invitó a que entrásemos, y allí estuvimos viendo como se desarrollaba el culto.

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Cuando salimos, nos dimos cuenta de la cantidad de gente que allí había, y ningún turistas. Aprovechamos para ir al baño, y mientras nos esperábamos unos a otros, pudimos observar como varias familias esperaban que trajesen a sus difuntos para llevarlos al cementerio. 

El estómago nos pide comida, miramos los relojes, y ya es hora de comer. Nuestro siguiente objetivo es ir a la Mezquita Azul y acceder a su interior, y a Santa Sofía. Nos ponemos rumbo hacia Sultanahmet, y por el camino, paramos en una especie de kiosco-kebab, pequeño, roñoso y a buen precio. Tienen tan solo 4 mesas bajo unos arboles, que da a un pequeño parque. Hay gente local comiendo, así que nos inspira confianza y decidimos comer allí. Acierto total y rotundo. Un kebab, pero con pan normal, media barra, y la bebida, por el increíble precio de 1 euro por persona.

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Con el estómago lleno, ya podíamos continuar. Llegamos a la Mezquita Azul.

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¿De donde ha salido tanta gente? Estaba a reventar. Nos visten como a Doña Rogelia, pero en azul, ya que nuestros humildes pañuelos no sirven para entrar. Esperamos en una cola, que se mueve bastante rápido, y ya estamos dentro de la mezquita.

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Sí, es espectacular. Pero…, porque siempre tiene que haber un pero, hay demasiada gente, demasiados turistas. Que sí, que yo también soy una turista, pero que aquí hay mucha acumulación. Veníamos de ver dos mezquitas que nos habían dejado con la boca abierta, y en las que pudimos disfrutar de su interior sin masificación ninguna, y quizá esto, hizo que, sobretodo Süleymaniye, nos gustase mucho más.

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Aun así, y dejando la pelotera de personas que allí había, la Mezquita Azul es preciosa. Decidimos ir hacia una esquina, para poder apartarnos un poco de tanto niño correteando y de tanto vociferio, y nos sentamos a observar todos y cada uno de los detalles, y leer nuestra guía, que nos contaba que la Mezquita Azul fue construida después que Santa Sofía, entre el año 1609 y 1617, en el mismo emplazamiento donde estaba el Gran Palacio de Constantinopla. Que su exterior es bellísimo, siendo la única mezquita de Estambul que cuenta con 6 minaretes. Y, que además, desde donde estábamos sentados, podíamos admirar los preciosos mosaicos azules de Iznik.

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Con toda esta información, y habiendo disfrutado de ella, nos fuimos de allí para realizar la última visita del día. Santa Sofía.

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Os diré que Santa Sofía, actualmente es un museo, pero hace tiempo fue una basílica, y más tarde una mezquita. Precisamente esta mezcla entre religiones, hace que sea singular. Para su visita interior hay que pagar entrada, 25 liras, unos 9 euros al cambio. Esto hace que, a pesar de estar hasta arriba de turistas, hay algunos menos que en la Mezquita Azul. 

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Del batiburrillo de religiones que han pasado por Santa Sofía, en su interior podemos ver, como símbolos cristianos e islámicos se mezclan entre sí. Parte del interior está en obras, así que afea bastante la visita. Aun y con eso, creo que merece la pena su visita.

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Nos toca regresar al hotel a por nuestras mochilas, en media hora tenemos que estar en la agencia, donde una mini van de Süha nos recogerá para llevarnos a la estación de autobuses. Pero la historia del viaje a la Capadocia vendrá en otro post. Así que seguimos con Estambul. 

7 de Julio de 2013 

Tras 3 días en la Capadocia, regresamos en un bus nocturno de la compañía Metro a Estambul. 
Al llegar a la estación, lo primero que tocaba era aclararse con la lanzadera que nos dejaría lo más cerca posible de Sultanahmet. Entre pájaros enjaulados, paquetes de lana, y cientos de personas, ahí estaba yo, intentado aclararme con cualquier turco que pasaba preguntándole donde se ponía el mini bus a Sultanahmet. Y claro, cada uno a su bola me decía lo que le daba la gana. Total que terminamos esperando a un ladito, hasta que llegó una lanzadera con el cartelito de “Sultanahmet”, y ahí nos metimos. 
Nos dejó cerca de una parada de tranvía, que cogimos hasta Gülhane, para volver a dejar nuestras cosas en el hotel, el mismo en el que estuvimos el primer día. 

Al lado del hotel vemos que hay una agencia de viajes, donde por 5 euros por persona, te llevan al aeropuerto. Como nuestro vuelo sale bastante temprano, para no ir ajustados de tiempo, entre transbordos con el tranvía y el metro, y que la frecuencia a esas horas es menor, decidimos comprar los tickets para el día de vuelta. Nos recogen en el hotel y nos llevan hasta el aeropuerto. 

Empezamos, ahora sí, nuestro día en Estambul. Hoy nos hemos propuesto llegar hasta el Pierre Loti, y ver el atardecer. Nos vamos andando hacia los muelles, concretamente hasta el de Eminönü. Desde allí saldrá un barco, que llega hasta Eyüp.

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El ambiente, que hay en el puente de Gálata y en el puerto nos encanta. Hay mucha vida, gente de aquí para allá, puestos de pescado, comerciantes, pescadores, puestos ambulantes. Esto es lo que me encanta de Estambul.

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Esperamos unos minutos en el muelle, y llega nuestro barco. El recorrido es muy entretenido. Por el camino, podemos ver la Mezquita de Süleymaniye desde lejos, las casas llenas de parabólicas, naves abandonados, pescadores, y un sin fin de detalles que nos llaman la atención.

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No recuerdo muy bien cuanto duró el viaje, pero el trayecto navegando por el Cuerno de Oro no se hace largo. Llegamos a Eyüp, y nos vamos a nuestro objetivo. Todo el mundo dice que desde Pierre Loti, hay unas vistas espectaculares de Estambul, y nosotros queríamos comprobarlo.

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Para llegar hasta allí, cogemos el funicular, incluido con nuestra Istanbulkart.

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Y sí, todo el mundo tenía razón. Hay unas vistas alucinantes desde allí arriba. Hay un mirador, nada más salir del funicular, desde donde se puedes hacer bonitas fotos.

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Nos gustó mucho el lugar, y además de las vistas, nos quedamos observando a toda la gente que allí había. Es curioso que lo que a nosotros nos sorprende, para otra persona pueda ser algo tan cotidiano y normal.

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Regresamos otra vez en el funicular y, posteriormente, en el barco hasta Eminönü. 
Hora de comer, y después de tanta comida turca que hemos probado en la Capadocia, y de tanto kebab, hasta me apetece un McDonald’s. ¿Serán muy diferentes a los nuestros? Vamos a comprobarlo. McTurco, eso es lo que comimos. Hamburguesa con sabor a kofte, bien especiada. Me gusta.

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Llevábamos varios días intensos de madrugones, y la noche anterior, mal dormida en el autobús, así que por votación popular nos fuimos a descansar un rato. No soy yo muy de siestas, ni de viaje, ni en mi vida diaria, así que aproveché este rato para conectarme a internet. Tras el descanso, seguimos descubriendo cosas nuevas de Estambul. Muy cerquita del hotel, está el parque Gülhane, así que fuimos a pasear por él. Está muy cuidado, y había muchas familias pasando la tarde.

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Al lado de este parque, está el palacio Topkapi. Nosotros no entramos a verlo. No nos apetecía, ni nos llamaba la atención. Así que, a pesar de que todo el mundo lo recomienda, nosotros nos ahorramos esos euros, porque al fin y al cabo, en un viaje hay que hacer lo que a uno le apetece. Quizá algún día, cuando vuelva a Estambul, porque volveré, lo vea, ¡quien sabe!. 

Salimos por el lado otro lado del parque, a la Kennedy Caddesi. Allí nos encontramos el mar, y el atardecer muy poco a poco. Nos sentamos, nos relajamos, y dejamos que pasaran los minutos. Observando, pensando y agradeciendo haber venido a visitar esta ciudad tan espectacular.

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Continuamos caminando a ras de agua, hasta llegar a la altura de la Mezquita Azul. Ahí nos adentramos en unas pequeñas calles que llegaban hasta la Sultanahmet Meydani.

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En esta plaza, antiguamente estaba el hipódromo de Constantinopla, centro deportivo y social, de la que fuese la capital del imperio bizantino. Encontramos dos obeliscos en ella, el de Teodosio, de granito rojo de Asuán y con inscripciones egipcias, y el de Constantino, construido con bloques de piedra.

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Cenamos por la zona de Sultanahmet, y a dormir. Mañana nos espera otro intenso día. Por cierto, que bien se pilla la cama después de haber “mal dormido” 12 horas en un autobús. 

8 de Julio de 2013 

Suena el despertador temprano. ¡¡Que bien he dormido!! Un rico desayuno, con el sol entrando por las cristaleras y a la calle. 
Nos vamos a conocer la Cisterna de Yerebatan. Es conocida como Cisterna Basílica, y es la cisterna más grande que se construyó en Estambul. Se remonta a la época bizantina, construyéndose en el año 532. La cisterna tiene el tamaño de una catedral, unos 143 metros por 65. Tiene capacidad para albergar 80000 metros cúbicos de agua y 336 columnas que soportan el techo.

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De todas estas columnas, hay tres destacables. En dos de ellas podemos encontrar la cabeza de medusa, y en la otra encontraremos muchos ojos, que por la condensación la columna siempre está mojada, y parece que lloran.

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Y aquí fue donde tuvimos nuestra gran turistada del viaje. Sí, no paramos de criticar a los turistas, pero nos encanta, de vez en cuanto, hacer cosas como estas. No os voy a explicar que hicimos, tan solo tenéis que ver la foto.

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Y bien, tras las risas, y el momentazo sultán, salimos de allí y nos vamos a otro de los sitios que más teníamos ganas de visitar de Estambul: El Gran Bazar. 
Entrar a él, es como entrar en otro mundo. 58 calles, y 4000 tiendas, hacen que sea el bazar más grande de Estambul, y uno de los más grandes del mundo. Recorrer sus calles, admirar sus puestos, regatear y comprar, es parte de su atractivo. Aquí podréis encontrar delicias turcas, como dulces, té, especias..., y un sin fin de objetos, como lámparas, teteras, ropa, instrumentos, alfombras, etc. A pesar de que la fecha original de construcción fue el año 1461, tras un terremoto en 1864, fue reconstruido casi en su totalidad.

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Y si no nos habíamos quedado satisfechos con el Gran Bazar, aun nos quedaba otro por visitar: El Bazar Egipcio. O más conocido como el bazar de las especias. Es uno de los bazares más antiguos de la ciudad. Está construido en forma de L y tiene 6 entradas. Se construyó en 1663 y su nombre proviene de la época en la que Estambul marcaba el final de la ruta de la seda. Sin duda es un lugar ideal para comprar productos típicos turcos. Mi opinión es que compréis productos aquí, mejor que en el Gran Bazar, ya que es menos turístico, y podréis encontrar mejores precios.

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El hambre vuelve a aflorar, y no quiero irme de Estambul sin probar el bocadillo de pescado. El mejor lugar, el puente de Gálata. 

De camino hacia allí, paramos en correos para enviar la tradicional postal a mi primo. Debe estar encantado conmigo, o eso espero, porque en mis viajes ya es un ritual más. Compro una postal, la escribo, me mato a encontrar un sello para España, y me vuelvo a matar para encontrar o correos o un sencillo buzón. Primo, espero que me quieras mucho.

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David para matar el hambre, que aún nos quedan unos cuantos pasos, se compra una mazorca de maíz asada. ¡¡¡Que rica está!!! 

Por fin llegamos al puente, y elegimos el primer restaurante que hay al entrar. Se llama Cansin Café. Hay dos con el mismo nombre, uno pegado a otro. No sabemos porque, el primero estaba a reventar, y el segundo vacío. Un relaciones públicas del segundo, se empeñaba en que entrásemos en ese, diciéndonos que era del mismo dueño. Pero nosotros que somos muy cabezones, nos sentamos en el que estaba hasta las narices de gente. Cuanta más gente mejor. El bocadillo de pescado, suele costar más o menos en todos los puestos o restaurantes del puente igual. 6 liras, unos 2 euros. A mi me gustó mucho. El pescado lo ponen con un montón de verduras maceradas en vinagre.

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Después de la comida, decidimos cruzar el puente, para descubrir la zona más moderna, y ver si realmente había mucho cambio de una orilla a otra.

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Y ¡vaya que si hay cambio!. Son como dos mundos diferentes, las calles, la vestimenta de la gente y el ambiente. Todo cambia. Aquí encontramos tiendas muy occidentales, Starbucks, iglesias y todo muy diferente. Personalmente, me quedo con el lado menos moderno. Más autentico, más turco.

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Tras callejear, llegamos a la avenida Istiklal y a la famosa plaza Taksim. Hacía pocos días esta plaza había estado tomada por manifestantes y policía. Autenticas batallas campales pudimos ver en las noticias que llegaban a España. Cuando nosotros fuimos no había ningún disturbio, tan solo gente paseando, y una pequeña manifestación.

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Lo que sí me llamó la atención, es que al regresar un día después a España, mi padre y mi abuela, me comentasen que en las noticias habían estado diciendo que esos días había disturbios en la zona. Aquí cada uno, que saque sus propias conclusiones. 

Nos vamos de vuelta, desandando nuestros pasos, para disfrutar de las últimas horas en Estambul. Sin ningún plan concreto, nos dejamos llevar, caminamos y nos despedimos poco a poco de esta maravillosa ciudad. 
Como broche final, y antes de irnos a dormir, decidimos relajarnos en el hammam que hay debajo del hotel. Por algo menos de 20 euros por pareja, disfrutamos de una sauna y un baño turco excelentes. 

9 de Julio de 2013 

Día de regreso. El transporte al aeropuerto nos recoge a las 5:45 en el hotel. Puntual nos deja en la puerta de salidas, y tras los tramites pertinentes, esperamos en nuestra puerta de embarque, subimos al avión y de vuelta a Santiago de Compostela.

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Han sido unos días magníficos en Turquía. Un país que nos dejó huella, y al que deseamos volver para poder profundizar aún más en Estambul, y en zonas como Pamukkale y Éfeso, a las que le tenemos muchas ganas. 

Babysapito.

Postamigo

Bizancio, Constantinopla, Estambul. Viajes y Vivencias

2 comentarios:

Unknown dijo...

que chulo Estambul preciosas fotos, las mezquitas los mercados la comida y las mazoicas me chiflan que ricas mi debilidad un besazo que gran viaje

Un Flow Bakano by Johaira

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Nabayuelo dijo...

He ido dos veces, y me y me encantaria volver, sobre todo a Estambul, Efeso Pamukale y Capadocia tambien me gustaron mucho, sobre todo el paseo en globo

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